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Los latinos respaldamos las protestas de Black Lives Matter, y queremos cambios para nosotros, también.

PHOENIX — “Tu lucha es mi lucha”, se escribe en español sobre varios carteles en una reciente protesta de Black Lives Matter cerca del Capitolio del Estado de Arizona. Tu lucha es mi lucha. El mar de rostros incluía a jóvenes latinos que habían marchado antes, durante el movimiento de derechos de los inmigrantes en el estado hace una década, cuando Joe Arpaio defendió políticas draconianas como el alguacil del condado de Maricopa. No había dudas en la mente de estos manifestantes: sus luchas contra el racismo están unidas.

Black and brown” ha sido un lema en la política de los demócratas y en los círculos de activistas liberales durante años, al imaginar a los dos grupos minoritarios como una coalición tanto con poder electoral como con una serie de preocupaciones compartidas sobre igualidad salarial, justicia penal, acceso a la atención médica y otros temas. Las protestas en curso sobre la violencia policial y el racismo sistémico también abarcan a ambas comunidades, pero la atención nacional se ha dirigido principalmente al impacto sobre los estadounideses negros y a las formas en que los estadounidenses blancos responden a ello.


Muchos votantes y activistas latinos liberales, a su vez, están tratando de averiguar dónde encajan en la conversación nacional sobre discriminación racial y étnica. Tienen problemas e historias particulares que pueden ser ocultados por el amplio marco de “black and brown” o eclipsados por las injusticias que enfrentan los afroestadounidenses. Para algunos, también hay que lidiar con una historia de racismo antinegro en su propia comunidad y la falta de inclusión de los afrolatinos, que representan el 25 por ciento de los latinos en Estados Unidos.


Y aunque los latinos quieren que la gente entienda cómo los afecta el racismo sistémico en la educación, la vivienda y la riqueza, también están lidiando con una suposición arraigada de que el racismo es un problema en blanco y negro, lo que puede dificultar que el tema se afiance en la conversación nacional.

A menudo se encuentran frustrados e implícitamente excluidos.

“Nos hacen sentir unos indeseables sin importar lo que hayamos hecho o cuánto tiempo hemos estado aquí”, dijo Cynthia García, de 28 años, quien asistió a la manifestación y cuyos padres emigraron de México. Cuando era niña en Phoenix, dijo, escuchaba regularmente insultos racistas dirigidos a su familia y ahora escucha las mismas palabras utilizadas contra sus propios hijos en edad escolar. Dijo que era importante marchar, tanto para “aparecer por nosotros mismos como para decir que esto está mal”.

Las conversaciones sobre raza que buscan propiciar los latinos se desarrollan en un momento en que las preocupaciones urgentes sobre salud, vigilancia e inmigración están en colisión. También se llevan a cabo antes de una elección en la cual se espera que los latinos sean el bloque de votación más grande exceptuando a los blancos y que puedan resultar críticos en estados decisivos como Arizona, Florida y Carolina del Norte.

La pandemia del coronavirus ha afectado a las comunidades latinas en tasas desproporcionadamente altas, en parte porque muchos son considerados trabajadores esenciales en campos agrícolas, plantas empacadoras de carne, restaurantes y hospitales de todo el país.


Y a medida que estallaron las protestas en todo Estados Unidos por los asesinatos policiales de personas negras, dos casos que involucraron a hombres latinos provocaron nuevas protestas la semana pasada: un guardia de seguridad de 18 años fue asesinado a tiros por ayudantes del alguacil de Los Ángeles y, en Tucson, las imágenes recién publicadas de la cámara corporal de unos agentes muestran a un hombre que muere esposado, suplicándoles por agua.


Por décadas, los latinos se han indignado ante las tácticas policiales agresivas, incluso a manos de agentes latinos. En los últimos años, cientos de latinos, en su mayoría hombres, han sido asesinados por la policía en California, Arizona y Nuevo México, entre otros estados, aunque las estadísticas nacionales son difíciles de obtener. Ahora, los activistas están presionando para que haya un debate más explícito sobre la excesiva vigilancia que se ejerce sobre las comunidades latinas.


“Siempre hemos sabido que la brutalidad policial es un problema negro y de otras comunidades de color, un problema de la gente pobre”, dice Marisa Franco, directora ejecutiva de Mijente, un grupo latino de derechos civiles.


“Ahora mismo es imperativo que las comunidades latinas no negras se identifiquen con las personas negras y también reconozcan que es de nuestro interés material cambiar fundamentalmente la policía en este país”, dijo Franco.


En Nueva York, Los Ángeles, Atlanta, Filadelfia y muchas otras ciudades, miles de jóvenes latinos se han presentado a las protestas de Black Lives Matter en las últimas semanas. Algunas veces, hablan solo discretamente sobre sus propias preocupaciones de racismo antilatino.


Otras veces son más abiertos. En Phoenix, los activistas llevaban máscaras con la leyenda “Defund Police”, con las tres últimas letras marcadas en rojo para enfatizar ICE, la sigla en inglés del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Un artista hizo circular una pintura de estilo azteca serigrafiada que mostraba a un jaguar negro y a un tigre marrón, cada uno mezclado con el otro, su propio simbolismo del momento.


La semana pasada, la policía en Tempe, Arizona, aprobó un acuerdo de dos millones de dólares con la familia de Antonio Arce, un niño de 14 años que recibió un disparo en la espalda y fue asesinado por un agente de policía en enero de 2019. Los activistas de derechos de los inmigrantes señalan con frecuencia el hecho de que los departamentos de policía a menudo están a cargo de la aplicación de la ley de inmigración, lo que deja a muchos latinos aterrorizados de llamar a la policía por temor a una posible deportación.

El miedo y la indignación han sido especialmente agudos en la era del presidente Donald Trump, quien hace cinco años anunció su candidatura mientras llamaba a los mexicanos violadores y criminales. El sospechoso del ataque más mortal perpetrado en contra de los latinos en la historia moderna de Estados Unidos, el año pasado en El Paso, usó un lenguaje similar en su manifiesto.

Antes de votar a favor de un paquete demócrata de revisión policial en el congreso la semana pasada, el representante Joaquin Castro habló de Hector Santoscoy, un mexicano que fue asesinado por un agente de policía de San Antonio en 1980.

“No hay duda de que la comunidad afroestadounidense ha sufrido la mayor parte de la brutalidad policial, pero también es claro que los latinos también han sufrido”, dijo Castro en una entrevista. “Existe un parentesco de experiencia como comunidad”.

Sin embargo, aclarar y abordar la discriminación que enfrentan los latinos sigue siendo un reto, dijo Castro. Si bien muchos estadounidenses aprenden la historia básica de la esclavitud y el racismo de Jim Crow contra los negros, sigue habiendo una falta de conocimiento fundamental sobre la historia de los latinos que puede dificultar el debate sobre cómo las políticas sociales han sido perjudiciales.

“Muchos estadounidenses no saben exactamente dónde encajas”, dice Castro.

En conversaciones con sus tres hijos sobre raza, Alma Aguilar, de 31 años, ha sido clara sobre su propia experiencia: “No nos tratan de la misma manera que a los blancos”, les dice.

“La gente tiende a atacarnos”, dice Aguilar, quien asistió a una pequeña protesta cerca de su casa en los suburbios de Phoenix. “Cuando mi hijo crezca, no quiero que un agente de policía lo mate porque se ve de cierta manera, porque es un niño moreno”.


Incluso el término brown (en español “marrón” o “café”) puede simplificar demasiado las cosas, dado que a menudo se usa para describir a personas de múltiples continentes y diferentes culturas, cuyo color de piel puede variar de marfil a siena. También puede usarse en referencia a personas originarias del Medio Oriente o el sur de Asia. Y lejos de ser un monolito, los latinos incluyen a inmigrantes indocumentados y a aquellos cuyas familias han estado en Estados Unidos durante siglos.

En un momento en que Trump ha hecho de su lenguaje y políticas antiinmigrantes una pieza central de su gobierno, muchos latinos —y quizás especialmente los jóvenes— se ven a sí mismos como parte de una lucha más amplia por la igualdad racial. “Muchos jóvenes latinos están haciendo la conexión, presionan a sus familias a sostener conversaciones difíciles”, dijo Chris Zepeda-Millán, profesor de estudios Chicanos y políticas públicas en la Universidad de California, Los Ángeles.

En una indicación de que los latinos están reaccionando al momento actual con urgencia, una encuesta reciente de The New York Times y Siena College encontró que el 21 por ciento de los votantes hispanos dijeron que habían participado en las protestas de Black Lives Matter, un porcentaje casi idéntico al 22 por ciento de votantes negros que dijeron que lo había hecho.

Jonathan Jayes-Green, un activista de toda la vida que en 2015 creó UndocuBlack, una organización diseñada para llamar la atención sobre temas de inmigración y justicia racial, dijo que había visto un cambio notable entre los latinos, tanto en su deseo de protestar como en su disposición a enfrentar el racismo entre ellos.

Ese activismo quedó a la vista cuando decenas de líderes políticos latinos firmaron recientemente una carta abierta pidiendo a Univision y Telemundo, las redes de noticias en español más grandes con sede en Estados Unidos, que mejoren su cobertura de las protestas y que “usen sus plataformas para desmantelar el racismo, el colorismo y la antinegritud en nuestra propia comunidad latina”. Mijente hizo circular una petición similar.

La antinegritud tiene raíces profundas y complicadas en toda América Latina, donde las personas de piel clara son vistas con frecuencia como el ideal y reciben un mejor tratamiento. Y esas opiniones a menudo se han trasladado a Estados Unidos, donde algunos creen que la asimilación es el camino hacia la igualdad.

“Históricamente hemos tendido a aspirar al sueño americano, a aspirar a la blancura”, dijo Jayes-Green, quien es afrolatino. “Los latinos tienen un papel realmente activo en esta lucha. Podemos demostrar que estas luchas no están separadas y que podemos ser conspiradores activos en las luchas contra la antinegritud”.


Muchos activistas latinos liberales han estado presionando a favor de grandes transformaciones policiales durante años, en particular en los grandes centros urbanos. Muchas grandes ciudades de Estados Unidos tienen en su historia coaliciones de grupos comunitarios negros y latinos que luchan por la reforma policial, aunque con éxito desigual.

“La policía siempre ha representado a esta fuerza externa que podría dañarnos”, explicó Rafael Návar, quien dijo que fue maltratado por el Departamento del Alguacil del condado de Los Ángeles cuando era adolescente.

Pero la policía, señaló Návar, es solo una parte de la lucha de los latinos, que representan aproximadamente el 18 por ciento de la población de Estados Unidos.

“Este es un gran momento para expandir la conciencia alrededor de nuestra propia comunidad, para reconocer la contradicción de qué tipo de poder tenemos y no tenemos en este país, que a pesar de nuestro tamaño, ni siquiera tenemos las necesidades básicas cubiertas”, dijo Návar. “Este país no come sin nuestra comunidad, y, sin embargo, las personas que hacen el trabajo no pueden mantener a salvo a su propia familia. La falta de poder tiene que hacer que nos preguntemos: ¿Qué tipo de respeto tenemos? ¿Cómo nos organizamos para tener dignidad?”.

Igual que varios de sus amigos y primos, Víctor Ortíz, de 22 años, asistió a las protestas todos los días durante más de dos semanas. Muchos de sus padres están trabajando en oficios que los obligan a salir de sus hogares durante la pandemia.

“Entonces, de cualquier manera, tu familia está en riesgo”, dijo. “Es lo mismo para los negros, lo sabemos. Tenemos que estar ahí los unos para los otros”.

Los latinos apenas tienen el tipo de infraestructura política profunda que los afroestadounidenses han construido durante décadas, con muchas organizaciones que trabajan a favor de objetivos similares. Muchos activistas latinos liberales ven el movimiento Black Lives Matter, y la ola actual de protestas, como un modelo.


Ysenia Lechuga, de 28 años, una esteticista de Phoenix que llevó un letrero de “tu lucha es mi lucha” a varias manifestaciones recientes, dijo que encontraba al activismo negro “inspirador”.

“Puedo venir aquí y predicar sobre los inmigrantes y todos los problemas que enfrentamos”, dijo Lechuga sobre su asistencia a las protestas de Black Lives Matter. “Nos perfilan racialmente, nos golpean”.

Ella piensa que el movimiento actual tendrá un “efecto dominó” que también llegará a su comunidad, dijo. “Todo va a comenzar a cambiar”.

Fuente: www.nytimes.com

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